Se acaba el mundo,
somos máquinas ahora.
Hay en los pechos y en las mentes
oscuridades indolentes,
tornillos, metales y carbón.
El plástico es oro,
las manos se extienden
para quitar y desgarrar.
No hay recompensa para los buenos corazones,
la belleza se vendió,
nos compraron las cabezas.
Ya ni hay palabras,
se cortan en el veneno del aire,
en la coraza que pusimos en el corazón.
No hay tiempos buenos,
plaga de zombies hablantinosos
vestidos de brillo,
aparentando que tienen vida,
que tienen algo...
Cabellos de látex,
caras inventadas,
miradas al acecho,
envidia y dolor.
La última plaga,
la peor.
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