lunes, 16 de agosto de 2010

En divagaciones con mi ser I

Mera vuelta todo esto. O esta vuelta. Recuerdo el primer semestre de mi pregrado, nos enseñaban a escribrir, y había un ejercicio en el que uno debía plasmar lo primero que se le venía a la cabeza. Asociación libre. El resultado: un texto incoherente pero catártico.
Estar en el limbo. El colgado. Simbologismo, metáfora. ¿La poesía es el limbo? Siento la mente en blanco, cuál tablero acrílico que presencia un expositor arrepentido, marcador en mano. Idea inconclusa.

Me gusta esconderme rodeada, pero me angustia la cercanía. Me perturba existir para quienes no quiero que me perturben. Sus miradas, su lenguaje. Leo. Me gustaría no existir cuando no me siento llena. Sin embargo amo aprender. Es difícil sentir su inquietud, sus feromonas, su cabeza. Me gusta la música. Me llena, me tranquiliza.

Ya hay dos. Por ende, conversación, obvio sin mi participación. Pretendo ser invisible. En ocasiones lo asumo y disfruto que me vean, pero no me interesa que solo me vean. Deben ser muchas ventanas abiertas. Cerrarlas y abrirlas, cerrarlas y abrirlas. ¿En cuál está el corazón? ¿en dónde?

Desolación, principio de camino. Maletas vacías, un poco de ropa y zapatos. No sé a dónde voy, disfruto de la soledad. "Toda cosa se convierte en un placer cuando se hace a menudo. Éste es uno de los secretos mas grandes de la existencia" dice Oscar Wilde.

Sin argumentos. Descubro temas recurrentes entre hombres: mujeres, hay entre ellos competencia y admiraciones. Macho alfa.

Una mujer de más de 40, me preguntó por qué era tan sabia a mi edad (bendito alimento al ego). Había escuchado una conversación en la que que afirmaba que era muy feliz, pero que la felicidad se pagaba con igual cantidad de dolor. A mi me ha tomado tiempo, dijo, apenas lo descubro.

Quiero volver, pero mejor. Quiero creer.




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