Podría estar inconforme de estar conforme, tal vez gritar en el silencio tranquilo para desatar una tormenta que no quiero, quisiera saltar el balcón que me separa del sufrimiento. Sufrir pidiendo a gritos el silencio de antes, morir corriendo, gritar viviendo; agotar la vida hasta el punto final del retorno, retornar con maletas vacías para emprender de nuevo un viaje sin destino, con la felicidad como diadema. Estallar en mil colores que suenen a risa, a llanto de niño y momentos de viejo, nostalgia futura del reconocimiento.
Brillar sin conocer el final, cantar la letra de una canción que no vendrá jamás, morir de ilusión y renacer por la certeza. Mirarte el alma, el llanto sucio de niño acalorado, comer algodón de azúcar, aunque nunca me haya gustado su empalago que adoro en la boca. Dormir con ganas de madrugar, trabajar con ganas de descansar… descansar la vida en la fiesta mas estridente, en el ocaso último del paisaje verde que antes era negro.
Disiparme dos segundos queriendo estar presente, porque sí, porque no y tal vez porque nada… rozarte la mañana del milagro en que me hablaste, rozarte la cara con rosas azules, con fresas alucinadas de este mundo que es tan tuyo y quiero que sea mío, mío por siempre, mío nunca, nunca mío en esta entraña dormida…
Tranquilidad sonámbula, vida ardiente convoco a mi ser, ser entero lleno de vida, vida negra y roja y verde, azul sobre todo. Vida que no sea vida, al otro lado de esta isla en la que veo olas palpitantes impulsadas por el motor que duerme mi hastío, hastío vuelve y déjame de nuevo, revíveme la vida que es vida dormida y es vida como la quería. Cuentos de hadas, miles de ellos. Chispas de magia, magia en la cabeza… tan real, tan absolutamente intangible… ¿puedes darme un poco?
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