No era ruido lo que había.
Traía y llevaba toda, o parte, o gran parte,
o nada, o poco, pero llegaba.
Un sonido bonito de una tripa,
o un proceso digestivo, o un pensamiento…
Y había el bostezo de la música,
una o tres elipses giratorias
en el viento ególatra de mi ciudad.
Competían entre ellos,
todos hermosos y transparentes.
Sus flechas herían y hacían
como juegos pirotécnicos de la ciudad.
Golpes.
Me golpeo a mi misma en el odio de amante engañada;
como encerrada en la alcoba más hermosa
de un castillo fantástico que era ciudad.
Un juego tosco, dos mundos indiferentes
que arriesgaban un poco las vidas no habitadas,
más del uno que del otro, de sus ciudades.
Y era extraño, por lo menos a mí.
Buena galería la habita,
en mezcla codiciosamente engañosa y folclórica;
aunque no llegue a recordar su significado
en algunas de mis ciudades.
Pero no es cierto que tenga ciudades;
tengo una ciudad y es Medellín,
tengo un país, y es Dios;
y tengo un amor…
Y había cercas,
y en esas cercas, césped mas amarillo que verde.
Era tibia la sangre recorriendo las venas,
de color dormidamente plácido y efímero,
de aquella mano derecha de la ciudad.
Se sentía bonito el palpitar del corazón,
pero en el estómago había indigestión
y en el ano mierda seca, de césped
mas amarillo que verde, encerrado entre cercas .
Yo que soy entraña, digo que hay un mal alimento en mi ciudad.
¿Cómo perdonarte Medellín?,
¿Cómo me heriste?
Es orgullo de amante: amante sobria,
amante sabia, ¡olvidada por ti!
Hay casas bonitas en esta ciudad,
con puertas de pintura roída
y chancletas de abuela joven con uñas nacaradas.
Me dueles como mi menstruación,
pago mi feminidad por cuotas…
Y a ti ¿qué te pago?
A la historia que no conozco, no la olvido,
porque su gente también es bonita,
Ayer acompañaban al conductor dos fieles ejemplares.
¿Cómo pudiera enamorarte?,
¿cómo pudiera sentir tu tibio regazo sin oler a sangre?
Montañas adornadas
cual árbol de navidad en semana santa,
sucesivos pesebres, risas sucesivas dentro de la boca
de un niño con dientes plateados.
Juego del cielo y la tierra,
matrimonio de pesares, fiesta de ensueño
que encierras en un rio tan sucio,
tan lindo como el tuyo.
Salsa, tango.
Para mí un bambuco aderezado,
para mí tus soles vestidos de gases,
para mí el saludo amable de tus transeúntes desconocidos.
Para mi tu vida, porque en ti nací.
Y para ti reproches, resentimiento;
me debes perdones que no pienso concederte,
porque en ti muero.
Me debes el salario del llanto silente que me ha mojado,
me debes el grito desnudo en una calle partida y sin carros,
me debes la desidia tranquila,
porque me da la gana de que me debas.
Debo a ti mi alma grácil y enamorada,
el beat de una pistola que convertí en canción,
el café que no te nació, el niño que no te creció.
¡A la mierda con vos!, en la gloria me quedás.
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